Ayer finalizaron los mundiales de atletismo. Como pasa con casi todo, no es lo mismo ver las cosas desde fuera que sentirlas en primera persona, y en este deporte, el sufrimiento es una constante. La tentación de abandonar, de no llegar a la meta; está ahí siempre, pero... raro es el que se retira de una carrera.
Da igual que se trate de un competición de alto nivel o de una carrera popular. El ser atleta no depende de la marca, de las horas de entrnamiento o del color de la piel. Es algo más... no sé exactamente el qué... pero hay una fuerza de voluntad que marca la diferencia con la mayoría de las personas comunes. Y lo mejor es cuando se consigue llevar ese "hambre de victoria" a cualquier aspecto de la vida. Entonces, el éxito está garantizado.
En verdad, no se trata de demostrar nada a nadie sino de demostrarselo a uno mismo. Como una imagen vale que más mil palabras, os dejo un par de fotos de llegada a la meta de 2 corredores en la maratón de ayer. Podría colgar muchas más: de esta misma carrera, del mundial entero, o incluso, de mi mismo; pero el blog se me quedaría pequeño y sería "llover sobre mojado".
En cualquier caso, es interesante reflexionar sobre hasta que punto una persona puede esforzarse por algo que realmente desea, sea lo que sea.
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